La ciudad se ha encendido de campanas, ángeles y estrellas que de lado a lado cruzan las calles uniendo fachadas y farolas. En los balcones serpentean en verde y rojo como enredaderas espiradas, las bombillas. Muchas ventanas dejan ver el pino encendido, y permiten adivinar el mimo, con el que se decoró el arbolito.
Las disfruto, me quedo viendo los troncos encendidos, sus ramas y ramitas luminosas estirándose hacia el cielo, mientras mi perro olisquea feliz, las novedades en algún muro. Siento la vibración familiar y suave del teléfono, indicando que nuevos mensajes entran.
Doy gracias a la luz de la ciencia, al ingenio aplicado a estos inventos que no entiendo, que nos permiten comunicarnos al instante, con cualquier rincón del planeta, en donde nuestro querer quiere llegar, y llega. Leo. Siento, sonrío, respondo. Saludo, envío trineos con buenos deseos; responden. Agradezco, me conmuevo; se conmueven. Envían calcetines rebosantes de tesoros, colgados del borde del amor, llegan; y todo en mi da gracias.
¿Cuánta luz intercambiamos en Navidad? ¿A que distancia viaja nuestro sentir? ¿Qué aspecto tendría nuestro pequeño hogar visto desde un satélite, si la luz del amor fuera visible?
Imagino que lo veríamos encendido tal y como vemos las calles, las barandas de los balcones y los troncos con sus ramas finas vestidas de estrellas… Veríamos líneas de luz entretejidas sobre los siete mares y los cinco continentes, veríamos áreas en que la luz se acumula hasta estallar en soles. Veríamos que más allá de nuestras dificultades, nuestros errores y nuestras sequías, todos amamos.
Amamos aunque amar a veces duela, aunque algunos ya no estén; amamos y no podemos evitar desear lo mejor, a todos los que han hecho parte de nuestro año, así que lo expresamos y seguimos encendiendo de luz la tierra. Sentimos y dejamos que nuestros anhelos de bien, se suban a las palabras y cabalguen en camellos de incansables sendas.
Sigamos expresándonos, que la luz retenida no ilumina.
Sigamos expresándonos, que el amor es la sustancia de la vida
y si se da, se multiplica.
La vibración suave y familiar del teléfono, se vuelve a sentir…
Es Buena Nueva.
Es Navidad.
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