Al igual que con las cuatro normas anteriores, con esta la solución radica en hablar menos. Pitágoras, el gran iniciado ponía como norma a sus discípulos al comenzar su formación, estar por tres años en silencio. La misma norma se aplica en escuelas de sabiduría de diversas regiones. Ojalá nosotros pudiéramos al menos tener tres meses de silencio, o tres días, cada cierto tiempo…
Para liberarnos de nuestro egocentrismo, debemos verlo. Para verlo debemos tomar distancia. Cuando vestimos una prenda, no podemos verla desde todos los lados. Solo cuando nos la sacamos podemos verla por todas partes. Lo mismo ocurre con nuestra mente y con nuestra vida, debemos ver desde la distancia, para saber qué es lo que se debe limpiar.
Sólo hablando menos vemos cuando, como y de que forma hablamos de más. Sólo así aprendemos a escuchar. Escuchar es la forma de conocer al otro, conectar con él, comprenderlo. Escuchar es haber silenciado la mente y haber abierto el corazón. Es ser empático, incluso intuitivo. La empatía permite relaciones autenticas. Las relaciones autenticas dan paz, porque nos permiten sentir la pertenencia, que nos libera del peor temor: la soledad.
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