NO MÁS SANGRE EN LA PLAZA 

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué relación tenemos con el reino animal? Somos el cuarto reino de la Naturaleza y, según la enseñanza espiritual, lo que nos hace hombres realmente es conquistar el cuarto centro de la consciencia: el corazón. En el corazón el hombre reconoce su trayectoria y descubre reunidos en su ser los tres Reinos inferiores de la Naturaleza.

Reconoce en sí el Reino Mineral, toda la tabla periódica vibrando en su ser, construyendo su cuerpo físico, ese cuerpo vertical que es antena entre el cielo y la tierra. Reconoce el Reino Vegetal en su sensibilidad y sus funciones vegetativas, y sabe que su perfume no es ya el de las corolas preñadas de vida y su colorido no es ya el de los pétalos que acarician la luz. Sabe que aroma, si sus emociones son amorosas, sabe que pinta la acuarela de su vida con sus acciones. Reconoce en sí al Tercer Reino y con la fuerza del instinto va más allá del instinto, se sabe manada y bandada a la vez que se sabe individual, único e irrepetible. En el corazón, la humanidad, el cuarto reino, sabe que es una fuerza poderosa de la evolución y que con sus acciones puede crear o destruir. En el corazón, la humanidad elige bien.

Ha sido ese nivel de la consciencia humana, el corazón floreciendo en nosotros, el que hizo posible que se recogieran 180.000 firmas para vetar las corridas de toros en Cataluña. Esas firmas a su vez,  hicieron posible este 28 de Julio la votación del Parlamento Autonómico que veta definitivamente en Cataluña las corridas. Cuestionar la tradición nos genera en muchas ocasiones resistencias, porque la tradición nos arraiga. La tradición es lo conocido y lo conocido parece ser seguro. Las cosas sin embargo no siempre son lo que parecen, lo conocido no siempre es mejor que lo nuevo, y sin lo nuevo no hay ni crecimiento, ni evolución. España no es menos España sin toros, no podemos fundamentar nuestra identidad en una tradición en la que infingir sufrimiento sea una forma de divertirse.

La superioridad del hombre no se demuestra en el acto de vencer a la fuerza bruta del toro, sino en poder vencer su propia brutalidad interior. Nos gustan las corridas porque el símbolo es magnífico. Ha llegado la hora de vivir el símbolo, ya no tomárnoslo al pie de la letra. Estamos comprendiendo que no es matando al toro afuera como somos heroicos. No es vitoreando al torero, ni clamando por el rabo y las orejas, como celebramos la maestría sobre el instinto. Es viendo en el toro y en el perro y el delfín al hermano como somos realmente humanos. Es respetando toda la naturaleza y sabiendo que llevamos en nosotros toda la historia de la evolución condensada, como somos en verdad superiores.

Que recojamos nuevas firmas y por decreto parlamentario y sin decreto, en las plazas de toros y en la intimidad del hogar, toda forma de brutalidad con ellos, el tercer reino, cese. ¿Que sería de los niños, los ancianos y los solitarios sin la compañía de los perros y los gatos? ¿Qué sería de los océanos sin los delfines y las ballenas? ¿Amanecería sin los trinos? Ellos son ciudadanos del mundo como nosotros. Su fuerza, su inteligencia, su lealtad y su ternura bien podrían darnos lecciones de vida.

Que las corridas de toros prosigan allí donde deben estar, en esa lucha dentro de cada hombre y cada mujer de bien, por vencer la naturaleza instintiva y así desterrar del mundo la violencia, el egoísmo y la crueldad. Seamos, como decía Gandhi, el cambio que deseamos ver en el mundo.