Navidad es encuentro, reunión, unidad; como la vida. Navidad es simbolismo, magia, regalo; como la vida.
Navidad somos nosotros, cuando no reina el olvido, cuando no huimos, cuando vivimos con sentido.

La luz de la consciencia abre ventanas y puertas…
Podríamos preguntarnos, ¿cuando somos Navidad?
¿Cuando somos encuentro, regalo, magia?

Navidad es encuentro, entre la humildad del pesebre y la grandeza del Hijo de Dios, quizás porque la grandeza es siempre humilde. Cuando somos humildes caen las barreras, los puentes bajan, las orillas dejan de ser opuestas.
Y somos Navidad.

Navidad es encuentro, entre los pastores y el Salvador, posiblemente porque al Salvador le ve, quien se mantiene cerca de la naturaleza, quien la ama, quien cuida la vida, quien aprecia lo sencillo. Cuando nos mantenemos cerca de la naturaleza, lo artificial cae por su propio peso, miramos sin velos, caminamos sin cadenas. Cuando honramos la belleza del encuentro, perdonamos, abrazamos, caminamos más de medio camino hasta la puerta del amigo; le decimos al reloj que nos guarde tiempo para mirar a los ojos a los seres queridos y él, feliz, nos lo concede a manos llenas. Cuando amamos lo sencillo, la alegría nos encuentra comprando el pan, paseando al perro, subiendo el volumen a una canción buena, conduciendo en la carretera.
Y somos Navidad.

Navidad es encuentro entre la profecía y la realidad, es el milagro que se revela posible, es la entrega total de un hombre a Dios, que le permite expresar el Poder y el Amor de más allá de las estrellas, aquí, en Su sonrisa cotidiana y Su mirada de luz eterna. Aquí en esta, nuestra misma tierra.

Cuando nos entregamos a una causa, a un proyecto, lo imposible sonríe y nos invita a un pulso. Si lo aceptamos, nos opone la resistencia justa: todas nuestras fuerzas. Y sostiene quieto su brazo entrelazado al nuestro, codo a codo, pasa el tiempo. Si nos mantenemos, nos mira; mide de nuevo, vuelve a sonreír y se retira.

Y somos Navidad.