MI VIDA SIN MI

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Tengo un cáncer de huesos y he pasado por varios tratamientos de quimio, según los médicos ha remitido bastante bien.

Estoy encantada de dar mi testimonio, quizás porque en la etapa que vivo, todo sea dejar testimonio. Mirar atrás y aprender a cerrar, a soltar, a dejar ir todo lo que no sea sano, verdadero. Para eso busqué a Isabella, para cerrar bien.  Tengo un cáncer de huesos y he pasado por varios tratamientos de quimio, según los médicos ha remitido bastante bien y  tengo garantizado al menos un año. Yo creo que un milagro es posible, que me puedo curar y si no me curo, creo que puedo irme en paz. Tengo dos hijos pequeños de 4 y 3 años y un marido excepcional.

No quiero no verlos crecer, no quiero no verlos en su primer día de cole, su primera comunión,  su ingreso a secundaria. No quiero no estar, cuando se ilusionen por su primer amor, o cuando se les rompa por primera vez el corazón. No quiero que las decisiones sobre que estudiar y dónde se tomen sin mi, ni quiero Navidades sin mi, pero debo prepararme para la posibilidad de que así sea.

Pido mucho, lo sé, pretender irse en paz cuando se tiene toda la vida por delante es mucho, pero no tengo tiempo para andarme con rodeos. Elegí a Issa porque al escucharla en una cnferencia sentí su calidez, busqué sus libros. Al leer un poema sobre un amigo suyo que murió sentí que ella había hecho las paces con la muerte, sólo así se puede ver tanta belleza pese a la muerte. Creo que sólo haces las paces con la muerte si haces las paces con la vida.

Dice ella en sus versos:

Los buenos no se van.

Se quedan en el olor de la tierra cuando llueve
y el sonido de la lluvia cuando la tierra duerme.

Se quedan en el olor del café,

el sol que tuesta el grano y la piel
la mano curtida de servicio y silencio.

Los buenos no se van.
Nos saludan en el amanecer
nos esperan en la brisa
nos alientan donde el fuego crepita.

Yo quiero vivir así, de forma que si me voy me quede. De momento he logrado dejar todos mis vínculos inauténticos que no eran pocos. He dicho a mis padres que no son bienvenidos a mi casa, y no me siento culpable. Ya no presto dinero, ni recibo a cenar a quien no quiero recibir. Ya no voy a casa de nadie por quedar bien, no uso mi tiempo con las personas que no usan bien su tiempo.

No corrijo tanto a mis hijos, juego con ellos. Ha cambiado mi vínculo con mi marido, de pensar que me quiere a sentir que me quiere hay un abismo y yo ni siquiera lo sabía.  No necesito ser suficientemente buena, porque me siento querida, es totalmente novedoso y es lo mejor que me ha pasado.

Saboreo las tostadas con queso y tomate al desayuno, no cuento las calorías,  agradezco las tardes pintando, el olor de la pintura, los colores, el tacto del pincel en mi mano, la emoción del primer trazo en un lienzo en blanco.

Voy comprendiendo que la vida es sencilla, inmediata, generosa.  Aun se me olvida muchas, muchas veces, aún me aterrorizo a veces, aún lloro muchísimo, pero  no me siento poca cosa. Voy teniendo momentos de total paz y momentos de una felicidad nueva, casi infantil inesperada. Nunca estuve tan mal y nunca estuve tan bien.

Me siento acompañada.
Veamos que pasa.

A.R.R