Isabella Di Carlo
Están de acuerdo los sabios en que hay un mundo invisible que sostiene al mundo visible, un molde de energía en el que la materia se precipita, nosotros nos precipitamos, el bosque florecido, las bandadas volando… Todo lo visible.
Dicen esos sabios, que en Aries tenemos disponible la energía de la resurrección.
¿Y si lo tenemos presente y nos preparamos para la Pascua con consciencia? ¿Y si reflexionamos en la resurrección en nuestra propia vida?
¿Sería posible hacerlo? ¿Podemos ver las crisis, lo que muere, lo que cambia como una oportunidad? ¿Podemos cambiar para ajustarnos más y mejor a las oportunidades que la vida nos da de servir, amar, aprender, enseñar?
¿Podemos ver lo que nace, y con mimo acompañar? Acompañar con mimo y fuerza, con estabilidad, es ser partero del alma, vinimos a dar a luz nuestro propio potencial y así el de otros. Lo que nace siempre necesita de nosotros. Siempre.
Si lo hiciéramos estaríamos tejiendo puentes entre el mundo visible y el invisible; entre el futuro y el presente, entre el cielo y la tierra. Si lo hiciéramos estaríamos aprovechando los dones del tiempo y el tiempo sonriente nos cubriría con una alegría luminosa que encendería de más sentido los días. El sentido lleva al sentido, la profundidad levanta velos hacia profundidades mayores, ofrecernos nos hace plenos.
Rara vez al ver algo bello recordamos la mutaciones sufridas, sin embargo son su esencia; en el diamante la transparencia es hija de las presiones y temperaturas más enormes en el vientre ígneo de la tierra; en la flor, el pétalo fue hoja, cambió su grosor, su textura, su color, su aroma testimonia aquí y ahora, en tu mano, su nacimiento a un estado superior.
Recordemos en lo que ahora está en crisis, la oportunidad, veamos el llamado a nacer a otro nivel. No es posible ver la oportunidad si no la acunamos en el corazón.
Es tiempo de resurrección en lo personal, lo familiar, en lo social, acunemos llenos de visión y de fe, lo mejor y lo mejor vendrá.
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